Por qué los gobiernos están dejando de ocultar los OVNIs justo ahora
Comparte esto

Los gobiernos de medio mundo han pasado décadas negando o minimizando los OVNIs –ahora rebautizados como UAPs (Fenómenos Aéreos No Identificados) para sonar más serios–. Sin embargo, en los últimos años estamos viendo un giro de 180 grados: militares dando la cara, archivos desclasificados a tutiplén y políticos admitiendo cosas que antes te costaban la etiqueta de loco. ¿Por qué este repentino ataque de sinceridad intergaláctica? Agárrate la silla gamer, que vamos a desmenuzarlo con humor gamberro pero datos en mano. Spoiler: no es que de repente nos quieran mucho más, sino que la verdad ahí fuera se les está escapando por todas partes.

En este artículo exploraremos casos históricos “olvidados”, los testimonios alucinantes de pilotos y astronautas, la geopolítica estilo Expediente X, la ciencia que por fin se toma en serio el tema, y cómo todo esto está cambiando nuestra cultura pop y creencias. Ponte el casco de papel de aluminio y vámonos.

Tabla de Contenidos mostrar

Casos históricos de OVNIs: más allá de Roswell, alrededor del mundo

Cuando piensas en casos OVNI históricos seguro que te viene Roswell 1947 a la cabeza: aquel supuesto platillo estrellado en Nuevo México que el Ejército de EE.UU. juró que era solo un globo meteorológico. Pero no solo en EE.UU. han “llovido” marcianitos, ni mucho menos. Desde los 40 hasta hoy, por todo el planeta han ocurrido avistamientos increíbles –algunos bien documentados– que los gobiernos de turno archivaron bajo siete llaves. La diferencia es que ahora muchos de esos expedientes se están abriendo.

Por ejemplo, en 1952 Washington D.C. vivió una “invasión” aérea: varias noches en que radares y pilotos detectaron objetos misteriosos zumbando sobre la Casa Blanca y el Capitolio. Hubo scramble de cazas y pánico mediático. ¿La respuesta oficial? Culparon a una inversión térmica (una ilusión del radar) y lanzaron el famoso Proyecto Libro Azul para desacreditar futuros avistamientos. En resumen: echar tierra al asunto para “minimizar la preocupación pública”. ¡Clásico!

Y mientras en EE.UU. se hacía gaslighting colectivo con que “eran nubecitas o Venus”, otros países también tenían sus expedientes X. La Unión Soviética durante la Guerra Fría recopiló informes OVNI en secreto (no iban a admitir nada que sonara a tecnología superior). Francia, por su parte, fue pionera en abrir sus archivos: en 2007 el CNES (agencia espacial francesa) publicó en internet 1.600 casos analizados por su grupo GEIPAN, convirtiéndose en el primer país del mundo en hacer públicos este tipo de expedientes. ¿El resultado? Confirmaron que un tercio de esos casos seguían sin explicación lógica. Oui, mon ami: un 33% de “Qu’est-ce que c’est?”.

En el Reino Unido, el Ministerio de Defensa también se quitó la careta

Entre 2008 y 2013 liberaron poco a poco más de 8.500 páginas de informes OVNI de sus archivos nacionales. Esos documentos incluyen desde detecciones raras de radar hasta debates en el Parlamento y la ONU sobre el fenómeno. ¿Lo más loco? Revelaron incidentes pintorescos: por ejemplo, en 1967 la RAF movilizó medio ejército porque numerosos testigos avisaron de una formación de platillos volantes… que resultaron ser un engaño de unos estudiantes británicos con maquetas. (Al menos esta vez no culparon a los marcianos, sino a los bromistas de turno).

Por Latinoamérica también hay dosieres calentitos: Brasil admitió oficialmente encuentros OVNI como la Operación Prato (1977), donde luces desconocidas aterrorizaron a poblados en la Amazonía –hoy sabemos que la Fuerza Aérea investigó y años después Brasil liberó esos archivos. Chile y Uruguay cuentan desde hace años con comisiones oficiales de investigación (CEFAA y CRIDOVNI respectivamente) que han publicado casos de pilotos con encuentros cercanos. Hasta España desclasificó en los 90s algunos “Expedientes Ovni” del Ejército del Aire (incluyendo el famoso Caso Manises 1979, cuando un avión comercial tuvo que desviarse por un objeto luminoso persiguiéndolo). Vamos, que material había de sobra en todo el globo, solo que antes cada gobierno barría sus ovnis debajo de la alfombra, y ahora, poquito a poco, están sacudiendo el polvo.

¿Por qué antes ocultar y ahora revelar? Por un lado, porque durante décadas imperó la doctrina “no crear pánico”. Se temía otro efecto Guerra de los Mundos –recordemos el pánico radial de 1938 con Marcianos imaginarios– y se prefería tachar todo de confusión antes que admitir “No sabemos qué es eso”. Además, en plena Guerra Fría, tanto Washington como Moscú sospechaban que muchos “platillos” podían ser prototipos secretos del rival; el secretismo venía también de ahí. Pero al acumularse casos inexplicables y filtraciones, la estrategia de negar se volvió insostenible. Hoy la gente tiene cámaras HD hasta en la sopa, internet arde ante cualquier vídeo raro en el cielo, y la presión civil por la verdad ha ido en aumento. Resultado: más vale controlar la narrativa revelando algo, que quedar como mentirosos recalcitrantes.

Así vemos cómo la tapa de la olla se está levantando. Gobiernos que antes callaban ahora publican informes best seller en PDF. Francia abrió camino en 2007, Reino Unido hizo lo propio en 2011, Brasil en 2013 prometió soltar sus archivos ultrasecretos, y EE.UU. desde 2020 inició una desclasificación a cuentagotas (videos de la Marina, informes del Pentágono, etc.). En pocas palabras: el “no comment” se ha transformado en “bueno, algo hay pero ni idea de qué es”. Y esto nos lleva al siguiente punto: las voces de los protagonistas.

Testimonios alucinantes de pilotos, astronautas y políticos (¡por fin dicen la verdad!)

Una cosa es un friki en YouTube gritando que vio un ET en su gallinero, y otra muy distinta cuando pilotos militares altamente entrenados, astronautas con currículo de acero o funcionarios de inteligencia se atreven a hablar de sus encuentros con “cosas” que desafían las leyes de la física. En años recientes, estos testimonios han salido a la luz de forma explosiva. ¿Lo mejor? Muchos ocurrieron ante el Congreso de los EE.UU. bajo juramento. Sí, como lo oyes: gente con uniforme y corbata diciendo en serio que hay tecnología voladora no humana rondando nuestros cielos. Houston, tenemos declaraciones.

Por ejemplo, el Comandante David Fravor, piloto de la Marina de EE.UU., contó su célebre encuentro de 2004 con un objeto en forma de “Tic-Tac” blanco de unos 12 metros. Durante ejercicios cerca de la costa de California, Fravor y su compañero detectaron algo que bajó desde 20.000 metros hasta el nivel del mar en segundos. El objeto hacía maniobras imposibles, “burlándose de las leyes de la física”, según describieron.

Fravor intentó acercarse, pero aquel “tic-tac” aceleró y desapareció en un parpadeo. “No tenía alas, ni señales de propulsión, y se movía de formas que nunca había visto” – testimonio así dio, dejando a más de uno boquiabierto. El Pentágono acabó admitiendo que esos vídeos de FLIR captados por los cazas eran reales y sin explicación. Cuando en 2020 Defensa publicó oficialmente esos tres vídeos (TicTac, Gimbal y GoFast) grabados por sus pilotos, reconoció implícitamente que ni idea de qué eran. Tal cual. Y la humanidad… siguió scrolleando TikTok, como señalamos en nuestras propias conspiraciones reales.

Ahora, subamos el nivel: astronautas y altos mandos espaciales

Un caso sonado fue el de Edgar Mitchell, astronauta del Apollo 14, quien años después de pisar la Luna afirmó estar “seguro de que hemos tenido visitas extraterrestres y el gobierno lo sabe”. O la bomba que soltó en 2020 el profesor Haim Eshed, exdirector de seguridad espacial de Israel: según él, existe una “Federación Galáctica” de alienígenas en contacto con la Tierra, con base secreta en Marte incluida.

¡Toma ya, Star Trek se quedó corto! Eshed incluso dijo que Donald Trump estuvo a punto de revelarlo pero los aliens le pidieron que no creara histeria. Estas afirmaciones sonaron tan de ciencia-ficción que muchos expertos se lo tomaron a guasa. El británico Nick Pope, que investigó ovnis para el Ministerio de Defensa, declaró que aquello parecía “un truco publicitario para vender libros” o que quizá se perdió algo en la traducción. Vamos, que ni entre ufólogos se creen lo de la “Federación Galáctica”. Aún así, llama la atención que un ex-general condecorado hable de esto a la ligera… síntoma de que el tabú se resquebraja.

Y hablemos de políticos actuales con cargos que se animan a tocar el tema: there is no going back. En julio de 2023 ocurrió un hecho histórico: una audiencia en el Congreso de EE.UU. sobre OVNIs donde tres testigos estrella declararon bajo juramento. Ellos fueron: David Grusch, exoficial de inteligencia de la USAF; David Fravor (el mismo piloto del Tic-Tac) ya retirado; y Ryan Graves, ex piloto de caza de la Armada. ¿Sus credenciales? Intachables. ¿Sus testimonios? De película.

Graves abrió fuego diciendo: “Mientras estamos aquí hablando, el cielo está lleno de UAPs. Los avistamientos no son raros ni aislados, son la rutina”. Afirmó que durante sus años de piloto en la costa Este, los encuentros con objetos extraños eran frecuentes al punto de incorporarlos en los briefings de vuelo. Y denunció que muchos pilotos no reportan estas cosas por miedo al ridículo o a represalias, algo que debilita la seguridad (si vuelas con cosas raras cerca y no puedes ni contarlo… mal asunto).


David Fravor corroboró su incidente del Tic-Tac ante los congresistas, con detalles escalofriantes. Pero la guinda la puso David Grusch, el exespía de la UAP Task Force, quien afirmó sin pestañear que el Gobierno de EE.UU. oculta programas secretos de recuperación de “naves de origen no humano” y hasta restos biológicos no humanos.

¡BOOM! Dijo que varios compañeros de inteligencia le habían confirmado la existencia de restos de naves alienígenas almacenados y que él había entregado esa información a los inspectores generales. Cuando le preguntaron si sabía dónde se guardan dichos artefactos, respondió: “Sí, y se lo he informado a las autoridades apropiadas” (pero no lo iba a soltar allí públicamente). También declaró que por sacar estos trapos sucios ha sufrido represalias y temió por su vida. Imagina la escena: un funcionario diciendo en pleno Capitolio que tenemos naves y hasta cadáveres ET escondidos… Cualquier época anterior esto hubiese causado un terremoto. En 2023, sorprendentemente, mucha gente se lo tomó con calma (otra muestra de que ya estamos curados de espanto).


Lo interesante es que tras esas declaraciones, congresistas de ambos partidos en EE.UU. se pusieron de acuerdo (¡milagro!) para exigir menos secretismo al Pentágono. “No podemos fiarnos de un gobierno que no se fía de sus ciudadanos”, dijo el representante Tim Burchett criticando décadas de encubrimiento. Varios plantearon que ya basta de teorías salvajes: es hora de hechos y transparencia. Esta presión política hubiese sido impensable hace 20 años. Hoy, en cambio, tenemos senadores pidiendo oficialmente que se desclasifique todo lo de ovnis en 25 años o se libere un archivo centralizado. La pelota se echó a rodar.

Sumemos también a expresidentes hablando del tema


Barack Obama en 2021 confesó con risita nerviosa en TV que “hay imágenes de objetos en el cielo, no sabemos qué son, no podemos explicar cómo se mueven” – admitiendo que el fenómeno es real aunque no signifique aliens per se. Incluso Donald Trump, antes de irse, ordenó un informe OVNI en 2021 (ese que reveló 144 casos recientes sin identificar, dándole credibilidad al asunto). “¿Los gobiernos ocultando ovnis? Nah… oh wait”. Hasta Hillary Clinton en campaña 2016 prometió averiguar la verdad sobre Area 51. Es decir, ya no es tema taboo ni para buscar votos.


En definitiva: los testimonios de insiders y testigos directos han reventado la piñata del secretismo. Pilotos que antes callaban por miedo, ahora están montando organizaciones para reportar UAPs sin burlas. Astronautas y generales retirados sueltan lo que saben –sea creíble o disparatado– porque sienten que ya pueden hacerlo. Y políticos que antes esquivaban el tema (por no parecer frikis) hoy hacen conferencias de prensa sobre ello.

Cuando tienes un exdirector de la CIA diciendo que algunos UAP “podrían constituir una forma diferente de vida” o al jefe de NASA declarando “no creo que estemos solos”, sabes que algo ha cambiado. La presión de estas voces expertas ha obligado a los gobiernos a dejar de mirar para otro lado. Ya no pueden despachar todo con un “fue un globo, circulen”. Demasiada gente seria ha visto algo serio. Y claro, esto enlaza con el siguiente apartado: ¿qué intereses geopolíticos hay detrás de contar o no contar la verdad?

Análisis político-geoestratégico: secretos de estado, rivalidades y “yo enseño lo mío si tú enseñas lo tuyo”

Aquí entramos en territorio pantanoso: los juegos de poder internacionales. Porque seamos claros, el tema OVNI/UAP no ocurre en el vacío (espacial). Cada país lo ha gestionado según sus intereses, temores y cultura política. ¿Por qué ciertos países revelan más que otros? ¿Es casualidad que EE.UU. y aliados estén blanqueando info, mientras potencias como China o Rusia siguen mudas o muy selectivas con el tema? Veamos.

Por un lado, Estados Unidos ha dado un giro notable. Pasó de negar todo (en los 50-60 con Blue Book, y tras 1969 oficialmente “no hay nada que investigar”) a, desde 2017 en adelante, soltar prenda con cuentagotas. ¿Motivos? Varios. Uno: la presión interna, como vimos, de militares y políticos que temen que esos “objetos” puedan ser tecnología de adversarios (China/Rusia) o un riesgo aéreo real. De hecho, muchos en el Pentágono apoyaron estudiar los UAP en serio por la posibilidad de que algún adversario haya desarrollado drones hipersónicos desconocidos. Si un piloto ve algo que se mueve a Mach 15 sobre un portaaviones, más vale asegurarse de que no es un dron espía chino antes que un ET curiosón. Así que hay un componente de seguridad nacional: hacer público “hay objetos que no identificamos” también es una forma de decirle al rival “si eso es tuyo, más te vale decirlo; y si no, estamos todos igual de intrigados”.

En contraste, China y Rusia históricamente han sido mucho más opacos con sus informes OVNI

La URSS solo admitió muy pocos casos antes de su caída, pese a tener expedientes (se rumorea que hasta KGB tenía archivos OVNI). Rusia post-soviética apenas ha rozado el tema oficialmente; aunque sabemos que en 1982, por ejemplo, hubo un incidente famoso en una base de misiles nucleares soviética donde presuntamente un OVNI tomó control por minutos del sistema de lanzamiento (casi infarto colectivo, imagina). Los rusos callaron entonces y callan ahora. China, por su parte, mantuvo silencio total hasta hace poco.

Sorprendentemente, en 2021 trascendió que el Ejército Popular de Liberación está recopilando tantos reportes de OVNIs que tuvo que usar inteligencia artificial para analizarlos, por la avalancha de datos de militares y civiles. Un investigador chino escribió que la “frecuencia creciente de fenómenos aéreos no identificados en años recientes supone un serio desafío a la seguridad aérea nacional”.

Es decir, también los chinos están preocupados. Pero oficialmente solo han reconocido un caso en 1998, cuando dos cazas interceptaron un objeto en forma de “hongo con patas” que subió a 20.000 metros a velocidad fantasma. Fuera de eso, mantienen el tema en segundo plano. ¿Por qué? Probablemente porque, en sistemas más cerrados, admitir “objetos misteriosos invaden nuestro espacio aéreo y no sabemos qué son” es visto como debilidad o información sensible. El secretismo como norma.

Entonces, ¿qué hizo que EE.UU. rompiera filas y abriera la boca? Podemos especular: quizás temen que, si hay algo exótico (sea alien o un descubrimiento físico nuevo), otros lo descubran antes. Al sacar el tema a la luz, EE.UU. se pone al frente de la investigación pública y controla la narrativa (mejor “somos líderes investigando UAP” que “los rusos/chinos nos llevan ventaja en saber qué rayos pasa”). También está la cuestión de la cooperación vs. competencia: en 1979 Grenada intentó que la ONU creara un comité OVNI global (EE.UU. y Rusia dijeron nanai, no les interesaba compartir).

Ahora, en 2023, vimos congresistas gringos insinuando que quizá haga falta una colaboración internacional para desvelar estos misterios, al menos entre aliados. De hecho, tras la desclasificación yankee de 2020, Japón se apresuró a establecer protocolos militares por si aparecían OVNIs, coordinándose con EE.UU. “Por si las moscas marcianas, vamos a estar listos”, vino a decir el ministro de Defensa japonés en 2020, aunque aclarando él que personalmente no cree en ovnis. Es curioso: los vídeos de ovnis made in USA provocaron que Japón y la OTAN empezaran a tomarse el tema en serio también.

Por otro lado, no olvidemos la reciente oleada de “objetos” derribados en 2023 (el famoso caso del globo espía chino y otros tres objetos voladores sobre EE.UU. y Canadá en febrero). Aquello fue un sainete: primero un globo espía real, luego histeria, cazas derribando globos de hobby… pero durante unos días la prensa internacional gritaba “¡OVNIs derribados!”. Esto también influyó en que los gobiernos admitan que cosas raras vuelan por ahí.

Los militares ajustaron sus radares para detectar objetos pequeños y aparecieron blancos desconocidos; la Casa Blanca llegó a decir “no descartamos origen extraterrestre” antes de desdecirse al día siguiente. Todo muy loco. Al final resultó que al menos uno era seguramente un globo de grupo aficionado, y los demás no se recuperaron (quizá despedazados). ¿La moraleja? Que entre potenciales drones espía, globos inteligentes y vaya-usted-a-saber, las fuerzas aéreas están nerviositas. Mostrar transparencia ahora sirve para justificar presupuestos y protocolos: “Miren ciudadanos, hasta ovnis tiramos, necesitamos mejor defensa”. La geopolítica del misterio: enseñar la carta OVNI ya no te hace débil, ahora te hace precavido.

También hay un factor de opinión pública y confianza. Tras años de teoría conspirativa de que “el gobierno te esconde aliens”, de repente admitir un poquito de verdad puede restaurar la confianza (o al menos calmar a la gente inquieta). Paradójicamente, también puede ser una estrategia de distraer la atención de otros problemas (aliencillos para que no mires la inflación, por ejemplo; no sería la primera vez que un gobierno usa una cortina de humo). Algunos escépticos apuntan que tanta audiencia OVNI en el Congreso justo ahora podría ser para desviar la mirada de asuntos terrenales. Pero claro, eso ya entra en el terreno conspiranoico dentro del conspiranoico… un metaconspiranoico 😅.

En el tablero internacional cada país está jugando sus fichas OVNI según le conviene


Los más abiertos (EE.UU., Francia, Reino Unido) lo hacen porque 1) la presión interna y mediática se lo exige, 2) quieren liderar la “narrativa OVNI” antes que rivales, y 3) perciben que el público ya puede digerir estas cosas sin entrar en pánico (de eso hablaremos luego).

Los más cerrados (Rusia, China) sueltan migajas contadas: no quieren dar pistas de su propia tecnología ni admitir vulnerabilidades. ¿Cooperación global? De momento limitada: hay intercambios discretos entre aliados (por ejemplo, la NASA invitó a agencias europeas y japonesas a sus reuniones sobre UAP y hay diálogos en foros internacionales científicos). Pero también persiste cierto secretismo compartido: como si todos supieran un poquito pero ninguno quisiera poner todas las cartas sobre la mesa, no vaya a ser que el otro se entere de algo sensible.

Puede que en un futuro cercano veamos algún tipo de iniciativa multinacional seria para estudiar los UAP (¿un panel en la ONU 2.0? ¿colaboración NASA-ESA-JAXA?). Si el fenómeno sigue acaparando atención, a los gobiernos no les quedará otra que unirse o al menos no estorbarse investigándolo. Al final, si resulta ser un asunto de seguridad global (sea por drones espías o hipotéticos “visitantes”), solo con cooperación tendrá sentido. Y si resulta ser algo más, pues qué mejor que estar todos juntitos para afrontar el Día de la Independencia versión real 🤷‍♂️.

La ciencia al rescate: investigaciones actuales de NASA, Harvard y cazadores de UAP

Cuando los militares y políticos llegan a su límite diciendo “vemos cosas pero no sabemos”, es el turno de la ciencia y la tecnología para entrar en juego. Por décadas, la comunidad científica mainstream evitó los OVNIs como un gremlin radiactivo: pseudociencia, fúchila. Pero oh, cómo cambian los tiempos… Ahora tenemos astrofísicos, ingenieros y hasta la NASA misma arremangándose para estudiar seriamente los UAPs. Bienvenidos a la era en que “buscar marcianos” ya no es cosa de chalados con gorrito de aluminio, sino de observatorios, algoritmos y métodos rigurosos. ¿Qué se está haciendo exactamente?

Primero, la NASA. Sí, la agencia espacial gringa que en los 60 apuntaba a la Luna y desde entonces a Marte, ahora mira también más acá cerquita: a nuestra atmósfera, con ojo avizor. En 2022 la NASA anunció la creación de un Equipo de Estudio Independiente de UAP –16 expertos presididos por el astrofísico David Spergel– con el fin de recomendar cómo analizar mejor los datos de fenómenos anómalos.

Este panel se puso a currar seriamente, recopilando información de radares, satélites, pilotos, etc., pero solo usando datos no clasificados (la NASA no tiene autoridad sobre los secretos militares, pero puede usar su experiencia científica). Su filosofía: aplicar el clásico método científico, transparencia total (los datos de NASA son públicos por regla) y quitarle el sambenito místico al tema.

De hecho, cambiaron el término OVNI a “Fenómenos Anómalos No Identificados” precisamente para abrir la mente a explicaciones más allá de “cosas voladoras” e intentar quitar el sesgo de pensar enseguida en hombrecillos verdes. Es decir, pueden ser fenómenos en el aire, en el espacio o en el océano, quién sabe. Este equipo de la NASA tuvo su primera reunión pública en mayo 2023 (algo impensable hace años) donde discutieron 800 casos recopilados –la mayoría con explicación probable, unos pocos verdaderamente desconcertantes–. El informe final de la NASA se espera para finales de 2023, y muchos anticipan que pedirá más instrumentos y observación sistemática.

Y hablando de instrumentos, aquí llega el Proyecto Galileo de la Universidad de Harvard. Este proyecto, lanzado en 2021 por el profesor Avi Loeb (sí, el que sugirió que el objeto interestelar ‘Oumuamua podría ser tecno-basura alien), busca usar telescopios y sensores de nueva generación para cazar evidencias de tecnología extraterrestre aquí cerca de la Tierra. Loeb montó Galileo justo después de que saliera el informe ODNI de 2021 sobre UAPs y tras escuchar al administrador de NASA Bill Nelson decir que hay que meter ciencia en esto.

749
¿Por qué los gobiernos están dejando de ocultar los OVNIs justo ahora? 4

Hartos de videos borrosos y “evidencias” de pacotilla, el Galileo Project instala cámaras de ultra alta resolución, infrarrojos, magnetómetros, etc., en puntos estratégicos, para capturar cualquier cosa rara con calidad decente. Quieren datos abiertos y análisis publicados en revistas serias. En otras palabras: si hay algo, que quede registrado con nitidez y examinable por pares, no solo en vídeos de tercera mano.

Este esfuerzo incluye más de 100 científicos, y ya han empezado a registrar cielos en busca de “peces gordos” voladores. Incluso hicieron una expedición al Pacífico para buscar fragmentos de un meteorito interestelar que podría ser tecnología alien (Avi Loeb no se anda con pequeñeces). Aunque esa parte ha generado escepticismo entre colegas, lo importante es que ya hay investigación académica explícitamente dedicada a lo que antes se relegaba a aficionados.

No es solo Harvard: en la Universidad de St. Andrews (Escocia) se fundó en 2022 un observatorio de fenómenos anómalos; en Stanford, el profesor Garry Nolan ha analizado materiales supuestamente de ovnis (aún nada concluyente); y grupos privados como UAPx reúnen a científicos e ingenieros para realizar sus propias mediciones de campo. Hasta la Agencia Espacial Europea (ESA) se ha mostrado abierta a colaborar si la NASA lo pide, y la Agencia Espacial de Japón (JAXA) igual. O sea, el tema ganó respetabilidad. El muro del ridículo científico se está cayendo.

Una muestra del cambio de chip es lo que dijo Bill Nelson, jefe de la NASA (y ex astronauta él mismo): “He hablado con los pilotos de la Marina y están seguros de que vieron algo real. Hemos visto los vídeos. ¿Qué es? No lo sabemos”. Añadió que pidió a los científicos de la NASA examinar el asunto, porque “queremos saber”. Reconoció que podría no ser extraterrestre, quizá un adversario o un fenómeno óptico, “pero no lo creemos, por las características descritas”, y remató: “La conclusión es que queremos respuestas y eso estamos intentando”. ¡Bravo! Un alto cargo admitiendo ignorancia pero con la actitud correcta: investigar sin prejuicio. Esto marca el tono de la nueva era.

Otro aspecto tecnológico: con la mejora de sensores, radares y satélites, es más difícil que “cosas raras” pasen desapercibidas. Por ejemplo, nuevos sistemas de radar de apertura sintética o los radares cuánticos en desarrollo podrían detectar objetos furtivos antes invisibles. También la inteligencia artificial se está usando para encontrar patrones en avistamientos, como hizo China correlacionando datos de radar, clima y eventos militares para filtrar qué podría ser cada OVNI reportado. Incluso programas de aprendizaje automático están analizando informes históricos para ver tendencias (horarios, ubicaciones) y así predecir dónde mirar. La tecnología está dando a los cazadores de misterios las herramientas que antes solo soñaban.

¿Y la ciencia qué dice hasta ahora?

Pues con la poquita evidencia sólida que hay, muchos científicos apuntan a explicaciones prosaicas: experimentos militares secretos (¿drones hipersónicos? ¿prototipos de aeronave?), fenómenos atmosféricos poco conocidos (¿rayos globulares? ¿plasma?), ilusiones ópticas o fallos de instrumento.

Extraordinary claims require extraordinary evidence, y aún ninguna nave estrellada se ha exhibido en laboratorio para convencer a la comunidad escéptica. Pero al menos la ciencia ya está mirando. Por primera vez desde el proyecto SETI (que busca señales de radio alienígenas), se destina esfuerzo serio a buscar tecnofirmas aquí mismo. Si hay “artefactos” moviéndose en nuestros cielos que no son nuestros, la ciencia quiere descubrirlos. Y si resulta que todo tenía causas naturales o humanas, también lo aclarará.

En definitiva, estamos viviendo un cambio de paradigma: de reírse del granjero que vio un platillo, a ver a doctores en física analizando frames de video y espectros de radar. ¿El objetivo? Separar el trigo de la paja cósmica. Quizá el resultado final sea: “no, no eran naves de E.T., sino un combinado de globos espía, pájaros y errores del sensor”. O quizá salte alguna liebre (¿liebre interplanetaria? 🐰👽) y nos llevemos la sorpresa del siglo. En cualquier caso, por primera vez la pregunta “¿qué está pasando en nuestros cielos?” está sobre la mesa científica, no solo en foros conspiranoicos. Y eso, querido lector, es un avance galáctico.

De tabú a tendencia: evolución cultural desde los platillos de los 40 hasta los memes de hoy


La manera en que el público percibe a los OVNIs ha cambiado más que un Pokémon evolucionando durante los últimos 80 años. Nos encontramos con que el contexto cultural y mediático ha pasado por fases bien definidas: del miedo ingenuo de mitad de siglo XX, al furor pop y New Age de finales de siglo, hasta la ironía despreocupada de la generación actual. Vamos a hacer un viaje en nuestra máquina del tiempo imaginaria por la cultura OVNI.

Años 40-50: El despertar y el pánico

Todo comenzó en 1947 con el término “platillo volante” acuñado tras el avistamiento de Kenneth Arnold sobre el Monte Rainier. Poco después, el incidente Roswell encendió la llama de la era OVNI. En esos primeros años, la reacción pública oscilaba entre la fascinación y el terror. No había aún referente cultural para “alienígenas visitantes”, así que muchos asociaban esos misteriosos objetos con amenazas militares (recordemos, era inicio de la Guerra Fría). Además, estaba fresco el recuerdo de la histeria colectiva de 1938 cuando Orson Welles narró la invasión marciana por radio: la gente se lo creyó y huyó despavorida.

Los gobiernos lo sabían y por eso preferían ridiculizar el asunto antes que alimentar un posible pánico. En cine de los 50 abundan películas que reflejan esos temores: The Day the Earth Stood Still (1951, Ultimátum a la Tierra) presentaba extraterrestres casi mesiánicos pero incomprendidos y desencadenando miedo; La Guerra de los Mundos (1953) llevó al cine la invasión marciana hostil; docenas de series B mostraban monstruos espaciales atacando pueblos de EE.UU. Vamos, el imaginario colectivo inicial fue “si vienen de fuera, probablemente vienen a desintegrarnos”. La cultura pop pintaba a los ovnis como amenazas o al menos como motivo de paranoia. No por nada en 1952, cuando los ovnis sobrevolaron Washington, muchos titulares insinuaban invasión. Era la era del miedo y el asombro.

Años 60-70: Del misticismo a la conspiranoia inicial. Con el paso del tiempo, los ovnis no desaparecieron pero la gente se empezó a acostumbrar a la idea. Surgieron los primeros “contactados” que decían recibir mensajes de hermanos del espacio (movimiento un poco sectario, muy de la New Age sesentera). El ejemplo clásico es George Adamski en los 50, que afirmaba charlar con venusianos rubios; o ya en los 70 el ingeniero suizo Billy Meier con sus fotos de platillos (luego tachadas de fraude).

Culturalmente, los alienígenas pasaron a veces a ser vistos como seres casi espirituales o salvadores

Culturalmente, los alienígenas pasaron a veces a ser vistos como seres casi espirituales o salvadores venidos a prevenirnos de guerras nucleares (la guerra fría daba miedo, claro). La cultura hippie y esotérica adoptó la idea de civilizaciones cósmicas benevolentes. Al mismo tiempo, la narrativa de “el gobierno oculta cosas” empezó a calar: casos como el Proyecto Libro Azul eran conocidos y surgían libros denunciando encubrimientos.

En 1968, el famoso Informe Condon declaró que no valía la pena investigar más OVNIs, pero mucha gente sospechó de esa conclusión tan tajante. Las películas cambiaron de tono: 2001: Odisea del Espacio (1968) presentaba un contacto en términos filosóficos; Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977, Spielberg) mostró ovnis de forma positiva y al gobierno colaborando en secreto para un encuentro pacífico –muy significativo del cambio de percepción: ya no todos los aliens eran invasores come-humanos, algunos podían ser amigos o al menos interesantes.

Años 80-90: Mainstream, misterio y locura conspirativa

Aquí los OVNIs se vuelven parte del paisaje pop totalmente. En 1982 E.T. hizo llorar al mundo con un extraterrestre buena onda (ya el alien es un peluche adorable, ¡un salto enorme desde los marcianos malvados!). Al mismo tiempo, Alien (1979) y secuelas recordaban que en el espacio hay bichos feos también. Pero donde explota la conspiranoia OVNI es en los 90. Serie The X-Files (Expediente X): un fenómeno cultural global, inculcando “I want to believe” y la idea de que hay “El Gobierno” (con Hombres de Negro) tapándolo todo.

La figura del alienígena gris cabezón y ojos negros se populariza (por supuestos casos de abducción como el de Betty y Barney Hill, o las hipnosis de Whitley Strieber reflejadas en el libro/comic “Communion”). Cientos de revistas, documentales de TV por cable, convenciones… Los OVNIs estaban por todas partes. Area 51 se vuelve leyenda urbana: todos “saben” que allí se esconden naves y cuerpos. Hollywood lanza Independence Day (1996) con el tema “gobierno sabía y ocultó hasta que nos atacan”; Men in Black (1997) se cachondea del asunto presentando agentes secretos gestionando aliens integrados en la sociedad.

Incluso en videojuegos: Space Invaders ya en 1978 puso ovnis en los arcades, Half-Life (1998) trató de experimentos gubernamentales con bichos de otro mundo, X-COM (popular saga de los 90) directamente te hace comandar una agencia secreta contra invasores aliens, con inspiración clarísima de teorías conspirativas. Por su parte, los medios serios seguían mayormente escépticos, pero de vez en cuando algún noticiero soltaba una nota de “luces en tal lugar, ejército investigará”. La gente en general se lo tomaba con curiosidad; creer o no ya era cuestión personal, pero ya no eras un loco peligroso por decir que los ovnis podían existir – a lo sumo un “friki”, pero inofensivo.

Años 2000-2010: Apatía y memeificación

Tras el cambio de milenio, paradójicamente el tema OVNI perdió fuelle mainstream. Tal vez porque estábamos ocupados con Internet, smartphones, redes sociales y mil distracciones, los ovnis quedaron un poco pasados de moda. Se les veía más como parte de la nostalgia noventera (X-Files tuvo revival y tal). Eso sí, la semilla conspiranoica creció online: foros y luego YouTube se llenaron de videos de supuestos ovnis (95% fácilmente fake o confusiones). La imagen del “conspiranoico de ovnis” se mezcló con la del conspiranoico de cualquier cosa. Aquí nace un giro cultural interesante: la ironía y el humor.

Los ovnis se volvieron meme

Ejemplo supremo: el evento de Facebook “Storm Area 51, they can’t stop all of us” en 2019 donde más de 2 millones de personas se apuntaron de coña para invadir el Área 51 a ver a los aliens escondidos. Aquello terminó en una reunión festiva de cuatro gatos en el desierto (algunos corriendo a lo “Naruto” frente a las puertas para la foto).

Puro cachondeo milenial. La frase «They can’t stop all of us» y «vamos a ver esos alienígenas» inundó redes. Los ovnis pasaron a ser un tema tan incorporado que la reacción por defecto era hacer un chiste. Como dijo irónicamente un artículo nuestro: cuando el Pentágono confirmó los vídeos OVNI, la gente “siguió scrolleando TikTok”. El desencanto o saturación informativa hizo que incluso noticias bomba no generaran el revuelo que habrían causado en 1950 o 1980.

Además, la cultura empezó a mezclar ovnis con cualquier cosa: teorías locas de internet (tipo QAnon) incorporaron aliens diciendo que la élite usa tecnología alien o que los ovnis son maniobras de distracción. Otras subculturas new age hablaban de reptilianos infiltrados en gobiernos (gracias David Icke 🙄). En el cine, Marvel y demás franquicias incluyen extraterrestres cada dos por tres, pero ya como parte de la fantasía normal, nadie se asusta. En resumen, a la generación actual el tema le resbala un poco o lo toma con humor cínico. Si mañana sale un alien en Times Square, seguro tendremos trending topic “#AlienDrip” comentando el estilismo del visitante.

Hoy en 2025, sin embargo, estamos en un interesante remezclado: el tema OVNI/UAP ha vuelto a la palestra seria (noticias de primera plana, audiencias en Congreso, etc.), y convive con la cultura meme. Así que tienes a algunos siguiendo las audiencias en vivo con mucha seriedad, mientras otros hacen stickers de WhatsApp del marcianito bailando celebrando “Disclosure brooo”. La percepción pública está mucho más informada pero también más escéptica en cierto sentido: la mayoría dice “sí, algo debe haber, el universo es grande, pero hasta no ver no creer”. Y esa es otra: gracias a décadas de películas, libros, series, la idea de vida extraterrestre se ha normalizado. Ya no nos causa el shock de antaño. De hecho, encuestas actuales en muchos países muestran que más de la mitad de la gente cree que hay vida inteligente allá afuera (otra cosa es si han venido o no).

Una señal de estos tiempos: cuando en 2021 se publicó el informe oficial del Pentágono admitiendo que 143 casos recientes seguían sin explicación, la reacción pública fue interesada pero tranquila. Nada de histeria ni colapsos religiosos. Esto lo han estudiado psicólogos: parece que no habría pánico masivo si se descubre vida extraterrestre, al contrario de lo que se pensaba en los 40. La gente joven probablemente respondería con memes, curiosidad y trending topics, no corriendo a saquear supermercados. Nos hemos criado con ETs amistosos en la ficción y con la idea científica de que la vida puede abundar en el cosmos. La cultura se ha ido vacunando contra el shock.

En definitiva, el recorrido cultural de los OVNIs va de miedo y fascinación inocente, a misterio conspirativo, a mainstream pop, a meme cotidiano. Hoy coexisten todas esas capas: hay gente mayor que aún recuerda con seriedad los casos clásicos (y quizá siente algo de temor reverente), y jóvenes que lo ven con la distancia irónica de quien ha visto de todo en internet. Los medios de comunicación tradicionales han tenido que ajustar el tono: diarios importantes como The New York Times publican noticias de UAP con sobriedad (eso rompió un tabú en 2017), mientras las redes sociales llenan esos mismos reportes de comentarios humorísticos (“que vengan los aliens, ya probamos de todo en 2020” bromeaban durante la pandemia).

En suma, la percepción pública ha madurado: de tomarlo como algo descabellado a tomarlo con una mezcla de interés y escepticismo sano. Podemos hablar del tema sin que la familia nos quiera internar (bueno, depende de cómo lo cuentes 😜). Y eso precisamente ha facilitado que los gobiernos se animen a contarlo: saben que ya no vamos a entrar en pánico ni a formar cultos suicidas (bueno, casi seguro que no). Por eso, abrochar información OVNI al imaginario colectivo a estas alturas es pan comido. Después de todo, tras virus zombis, crisis globales y mil fantasías de Hollywood, ¿quién va a asustarse por unos marcianitos en titulares?

OVNIs en las redes, el cine, los videojuegos y la literatura: un viaje de ida y vuelta

No podemos dejar de lado cómo las redes sociales y el entretenimiento han amplificado y moldeado el fenómeno OVNI. Si en la sección anterior vimos la evolución general, aquí aterrizamos en ejemplos concretos de impacto en Twitter, TikTok, Netflix, Xbox y librerías. Porque admitámoslo: los alienígenas venden entradas, likes y novelas como churros galácticos.

Redes sociales: viralidad instantánea y desinformación a la velocidad de la luz. Cada vez que alguien ve “algo” en el cielo hoy día, antes de mirar dos veces ya lo está subiendo a Twitter (bueno, X, maldito Musk cambiando nombres 🙄) o a TikTok con musiquita dramática. Las redes han sido un arma de doble filo: por un lado, democratizaron el reporte OVNI –ya no dependemos de que la prensa local decida cubrirlo, cualquiera puede compartir su video–, pero por otro lado, llenaron el campo de ruido.

¿Cuántos videos virales de supuestos ovnis terminan siendo globos LED en una fiesta, cohetes SpaceX cruzando el cielo, drones formando figuras o directamente montajes CGI? Muchísimos. El resultado es que la gente consume esos clips masivamente, pero con cierto escepticismo automático: “seguro es fake o algo mundano”. Aún así, las redes han creado momentos icónicos: el mencionado evento Storm Area 51 nació de Facebook humorístico; en TikTok abundan filtros de “alien dance” y hashtags #UFO con miles de millones de vistas. Reddit tiene subforos dedicados a analizar avistamientos cuadro por cuadro. Y ojo, también sirvieron para organizar comunidades serias: grupos de skywatchers que vigilan el cielo coordinados globalmente, compartiendo datos en tiempo real. Así se han pillado por ejemplo bólidos (meteoritos) que antes pasarían desapercibidos.

2151451404
¿Por qué los gobiernos están dejando de ocultar los OVNIs justo ahora? 5

Pero por cada genuino colaborador, hay diez conspiranoicos tóxicos en YouTube gritando que “el gobierno reptiliano nos fumiga”. Las redes llevaron la teoría de la conspiración OVNI al extremo: desde QAnon diciendo que los ovnis son una treta para distraernos de (inserte locura política), hasta estafadores vendiendo carnets de la “Federación Galáctica” a incautos. Lo bueno es que la mayoría ya nos tomamos esas cosas con humor. Un meme famoso de 2020 mostraba a unos aliens mirando desde su nave a la Tierra en caos (por COVID, etc.) y decidiendo pasar de largo. Se viralizó porque encapsulaba el sentimiento de “solo falta que vengan los extraterrestres en este año de locos”. Al final no vinieron (que sepamos), pero quedó el chiste. En resumen, las redes han trivializado un poco el tema, pero a la vez lo han mantenido siempre vivo en la conversación global.

Cine y TV: espejo de nuestras ansiedades y esperanzas

Ya repasamos la evolución general en la sección anterior, pero conviene subrayar el impacto: Mucha gente reconoce que su imagen mental de un alien proviene del cine/TV, no de testimonios reales. ¿Quién no piensa en los “grises” tipo Encuentros Cercanos o X-Files cuando oye alienígena? Hollywood instaló arquetipos: el alien amistoso (E.T., Mi Amigo Mac), el alien terrorífico (Alien, La Cosa), el alien invasor masivo (Independence Day, La Guerra de los Mundos remake), el alien cómico conviviendo con nosotros (Men in Black, ALF en TV).

Cada década, las películas reflejaron el sentimiento social hacia la posibilidad de vida extraterrestre. En los 90, Expediente X y Día de la Independencia mostraban desconfianza en el gobierno y miedo a invasión: plena era post-Guerra Fría con desconfianza general. En los 2000, llegaron docuseries de History Channel con “Ancient Aliens” (Alienígenas Ancestrales) impulsando la idea de que los ET nos visitan desde siempre (memes de “Aliens!” con el pelo de Giorgio Tsoukalos incluido). Y fíjate, incluso eso caló: ahora hay toda una subcultura convencida de que los dioses antiguos eran astronautas. El cine y la tele no solo reflejan, también crean creencias.

Hoy, en la era streaming, tenemos series como “Stranger Things” (vale, más dimensiones que aliens, pero en espíritu retro-ovni), o docuseries en Netflix sobre avistamientos reales, y un constante goteo de contenido. Cada vez que hay una noticia real de ovnis, no faltan los late night shows bromeando con monólogos al respecto. Pero a su vez, cuando salió el informe OVNI del Pentágono en 2021, hasta 60 Minutes (programa periodístico serio) hizo un segmento formal entrevistando a pilotos. O sea, la TV seria finalmente da cobertura sin mofas. Ese es un cambio cultural enorme: en los 80 eso habría sido risible en un noticiero. Ahora es “ciencia e investigación”. Gran parte del público recibió así el mensaje: “hey, esto es legítimo, ya no es solo Sci-Fi”.

Videojuegos y literatura: jugando e imaginando con nuestros visitantes. En videojuegos, los ovnis han sido protagonistas desde los inicios: Space Invaders (1978) literalmente te ponía a disparar a filas de platillos volantes – quizá programó a una generación para luchar contra invasores 😅. Luego juegos como X-COM (ya mencionado) te hacían gestionar la defensa ante aliens en plan estratégico. Mass Effect (2007) no trata de ovnis en la Tierra, pero presenta toda una galaxia llena de civilizaciones: eso normaliza la idea de una “comunidad galáctica”. Incluso juegos no específicamente de aliens a veces meten huevos de pascua: el GTA V tiene un easter egg con un ovni estrellado, por ejemplo. Los gamers de hoy ven un ovni en Fortnite y ni se inmutan. Somos la generación que dispara antes de preguntar cuando ve un disco volador en pantalla.

En literatura, desde los pulps de los 40 con invasiones marcianas, pasando por El Fin de la Infancia de Arthur C. Clarke (donde enormes naves se posan en las ciudades), hasta novelas modernas como La Guerra Interminable o Contact de Carl Sagan, se ha explorado todos los ángulos: invasión, contacto pacífico, gobierno ocultando, cooperación interestelar, etc.

Un libro clave fue “Chariots of the Gods” (1968, Erich von Däniken) que popularizó la noción de que extraterrestres visitaron civilizaciones antiguas – eso impregnó tanto la cultura que hasta Indiana Jones en la última película (esa con aliens, que preferimos olvidar) lo referenció. Y ya que hablamos de Indy, en Los Expedientes Secretos X (libros basados en la serie) y toneladas de novelas de ciencia ficción, los ovnis son pan de cada día. La literatura ha servido para plantear preguntas filosóficas: ¿Qué significaría para la humanidad descubrir que no estamos solos? (por ejemplo en Contact lo exploran). Y esas ideas literarias se filtran luego a la cultura general.

Resumiendo, el impacto en medios y ocio ha sido brutal: nos ha preparado mentalmente, ha moldeado expectativas (positivas o negativas) y ha servido de catarsis y entretenimiento. Cada nuevo avistamiento importante suele compararse con películas o series: cuando se mostró el video del “Tic Tac” de la Marina, muchos decían “es tal cual Top Gun vs ovni”; cuando en las audiencias del Congreso en 2023 hablaron de “restos no humanos”, Twitter se llenó de gifs de Expediente X. La realidad y la ficción juegan al ping-pong.

Y no es casualidad que muchos científicos jóvenes que ahora investigan exoplanetas crecieron viendo Star Trek o leyendo a Asimov; la cultura pop de aliens inspiró vocaciones reales. Del mismo modo, la actual visibilidad mediática de los UAP quizás inspire nuevas obras de ficción más fundamentadas (¿veremos una gran película basada en los eventos reales de Nimitz 2004 o las audiencias del Congreso? Apuesto a que sí, el guión se escribe solo).

En definitiva, cine, redes, juegos y libros han desdramatizado y a la vez mantenido vivo el tema OVNI. Lo han llevado del misterio temible al mainstream entretenido, y ahora de vuelta a la seriedad (pero sin perder el toque cool). Estamos en un punto donde la línea entre informar y entretener en este asunto es difusa: un vídeo oficial del Pentágono puede aparecer tanto en el noticiero de CNN como en un meme de Instagram con la canción de X-Files. Y eso refleja cómo lo asimilamos: con interés, sí, pero también con cierto humor y familiaridad. Porque después de mil invasiones y contactos en la pantalla, cuando llegue el de verdad sabremos qué hacer, ¿no? (Spoiler: probablemente sacar el móvil y conseguir la mejor story de Instagram de la historia).

Los escépticos contraatacan: explicaciones terrenales y argumentos “anti-OVNI”

No estaría completo el panorama sin darle voz a los escépticos y críticos, es decir, a aquellos que piensan que aquí no hay nada paranormal que ver, circulen. Desde el inicio de la fiebre OVNI ha habido científicos, investigadores y magos del debunking dedicados a encontrar la explicación mundana detrás de cada avistamiento. Sus posturas son un contrapeso importante para no irnos por las nubes (o por las estrellas). Veamos cuáles son sus argumentos más comunes y qué nos dicen los que creen que todo tiene una explicación convencional.

Todo fenómeno tiene truco, solo hay que encontrarlo. Esta es la premisa básica escéptica. Muchos ven a los ovnis como una especie de ilusión óptica colectiva, al estilo de los trucos de magia: fascinantes hasta que te enseñan el doble fondo. ¿Ejemplos? Montones:

  • Un clásico es “¡Era el planeta Venus, amigo!”. En serio, Venus ha sido culpado de tantos “ovnis” que debería cobrar derechos de autor. Cuando está brillante en el crepúsculo, más de uno juró ver un platillo acercándose. Los escépticos señalan que Venus en condiciones particulares (cierto ángulo, leve neblina) puede parecer una luz que se mueve si el observador también se mueve (por ejemplo, yendo en coche). Resultado: llamadas a la policía por la “luz extraña en el cielo” y era nuestro vecino planetario saludando.
  • Meteoritos y reentradas: Bolas de fuego cruzando el cielo a toda pastilla. A veces un meteoro grande o basura espacial que reentra a la atmósfera se fragmenta y da un espectáculo de luces muy OVNI. Los escépticos dicen: si algo cruza rápido y desaparece, probablemente era un meteoro, no un platillo de ida y vuelta. Claro que, admiten, un meteorito dura segundos, no persiste; así que, si alguien reporta un objeto maniobrando minutos, esa explicación queda fuera.
  • Nubes lenticulares: ¿Has visto esas nubes con forma de lenteja u “ovni” perfectas? Se forman sobre montañas a veces. Muchos les han hecho foto pensando que era nave camuflada. La verdad, se parecen bastante a un platillo clásico. Los meteorólogos se ríen: es solo vapor de agua con forma curiosa. Si ves una quieta sobre el horizonte, probablemente sea nube, no ovni estacionario.
  • Rayos globulares (ball lightning): Este es más raro, pero documentado. Durante tormentas, a veces aparece una bola luminosa de plasma eléctrico, del tamaño de una pelota o más grande, que flota unos segundos, incluso zigzaguea, y luego explota o se disipa. Durante siglos fue leyenda, hoy se acepta que existe aunque no se entienda del todo. Algunos ovnis reportados podrían ser esto: pequeñas esferas brillantes que aparecen y desaparecen. Un piloto que pase cerca de un rayo bola podría flipar bastante. Los escépticos lo guardan en su caja de posibles trucos naturales.
  • Pájaros, aviones y globos… oh my! Muchas veces, dicen los críticos, lo que la gente ve son objetos convencionales mal identificados. Un avión a gran altura reflejando el sol al atardecer puede parecer una luz quieta y luego moverse (según el ángulo). Los drones modernos con leds han provocado montones de reportes OVNI – un grupo de drones haciendo un show en formación puede parecer una flotilla de naves. Y, cómo no, los globos meteorológicos. Desde Roswell 1947, el globo es la excusa número uno. Pero con razón: hay globos de investigación que alcanzan altitudes enormes y si los ves desde abajo son como una esfera brillante moviéndose lentamente. En 2017 en Arizona mucha gente reportó un “ovni plateado”; resultó ser un globo de Google Loon (internet estratosférico) haciendo su ruta. Los escépticos enumeran: globos, linternas chinas, bolsas de plástico al viento, aves reflectando luces de ciudad, etc. Todo suma.
  • Fraudes y fotos trucadas: No olvidemos que también hay quien se divierte engañando. Desde los estudiantes británicos del 67 que pusieron platos voladores falsos para asustar al país, hasta youtubers que cuelgan CGI de ovnis hiperrealistas para ganar visitas, la broma siempre ha estado ahí. Los críticos señalan que muchísimas “pruebas” ovni se desmoronan al analizarlas: fotos con doble exposición, maquetas lanzadas al aire (hola, Billy Meier), edición digital, etc. En los 90 circuló un vídeo de una supuesta autopsia alien del caso Roswell – décadas después el creador confesó que era un muñeco de látex con vísceras de pollo. Así de crudo. Cada fraude descubierto da munición a los escépticos para decir: “¿Ves? Todo son engaños o errores”.
  • Sesgos de percepción y memoria: Los psicólogos escépticos añaden que el cerebro nos juega trampas. Si ves algo que no entiendes, tu mente puede rellenar los huecos con imaginación. Y con la adrenalina, luego al contarlo exageras sin querer. Esto explicaría, por ejemplo, muchos relatos de abducción bajo hipnosis, que podrían ser falsas memorias inducidas.

Los científicos más duros básicamente afirman: “No hay ninguna evidencia sólida de origen extraterrestre, solo casos sin identificar que seguro serán fenómenos conocidos mal observados”. Recuerdan que ningún radar ha captado patrones imposibles sin luego hallar explicación, que ningún resto analizado ha resultado tener tecnología fuera de la Tierra (hasta ahora todo metal recogido de supuestos ovnis es aleación común) y que ningún alienígena o pieza de nave se ha presentado abiertamente al escrutinio público. Para ellos la hipótesis ET no es necesaria: basta con probabilidades y errores.

Citan, por ejemplo, el informe desclasificado de EE.UU. de 2021: de 144 casos, 143 sin identificar pero eso no implica “alien”, solo que faltan datos. De hecho enumeraban posibles categorías explicativas: basura aérea (globos, drones), fenómenos naturales, aparatos secretos de EE.UU., sistemas adversarios extranjeros, y “otros”. Los escépticos subrayan que ningún informe oficial ha dicho “detectamos tecnología no humana”, solo reconocen que hay casos raros sin resolver.

También argumentan: “Si de verdad hubiera naves alien por ahí, ¿no tendríamos ya miles de imágenes clarísimas con tantas cámaras HD?”. La llamada “paradoja de los móviles modernos”: todos llevamos una cámara potentísima, pero los ovnis siguen saliendo borrosos. Sospechoso, ¿no? Donde algunos dicen “los ovnis se esconden astutamente”, los escépticos dicen “porque no hay nada, y las pocas cosas reales son tan fugaces o pequeñas que la cámara del móvil no enfoca”.

Otro punto: las conspiraciones grandes se filtran

Para ocultar un programa secreto con aliens debería haber miles de personas involucradas durante décadas, algo improbable de sostener sin que alguien suelte pruebas concretas. “Ni Watergate con un puñado de personas se mantuvo secreto, imagina esto”, dicen. Cuando David Grusch declaró lo de restos no humanos, los escépticos dijeron: “Vale, 40 colegas te contaron, pero ¿y las pruebas físicas?”. Sin evidencia física presentada, todo queda en dichos. Y un científico serio te va a pedir un trozo de metal imposible o un cadáver con ADN de Andrómeda para creerlo.

Muchos astrónomos, por ejemplo, han sido históricamente escépticos: “Pasamos noches enteras mirando el cielo y nunca vimos un plato volando; lo que vemos son meteoros, satélites, aves…”. Neil deGrasse Tyson suele bromear que si los aliens vienen de tan lejos para solo mostrarse fugazmente, son muy tímidos o muy torpes. Carl Sagan, a pesar de buscar vida extraterrestre activamente, decía que las historias de ovnis carecían de evidencia seria, y criticaba la poca fiabilidad del testimonio humano. “Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias”, repetía[63]. Hasta ahora, según ellos, esas evidencias brillan por su ausencia.

Hay también quienes piensan que todo el “destape OVNI” actual puede tener segundas intenciones: algunos conspiranoicos invertidos (¡escépticos conspirativos!) sugieren que el gobierno mismo tal vez fomente algo de hype OVNI para justificar presupuestos militares (ej. “necesitamos más dinero para investigar estas amenazas desconocidas” – suena mejor que “para nuevos misiles”). O peor, la teoría de la “falsa bandera alien”: que un día monten un evento tipo invasión falsa para unificar el mundo bajo un gobierno único. Esto lo menciono porque incluso entre escépticos hay ramas locas 😂. Pero quede claro: la mayoría de críticos no cree en ninguna conspiración, ni alien ni gubernamental; simplemente piensan que hay una mezcla de mala interpretación, engaños y quizá fenómenos atmosféricos nuevos pero naturales, y que con calma y ciencia todo se explica.

Un buen ejemplo del choque escépticos vs creyentes fue el caso de los videos de la Marina. Cuando salieron, ufólogos dijeron: “prueba irrefutable de naves imposibles”. Los escépticos enforcaron pixeles y revisaron datos, y propusieron explicaciones: que si el objeto “Tic Tac” era un señuelo de pruebas contramedidas y el movimiento raro en cámara era por parallax (ángulos y movimientos relativos); que el video “Gimbal” del 2015 muestra una fuente de calor cuya aparente rotación es un efecto del giro de la lente IR (explicado por analistas ópticos); que el “GoFast” en realidad no iba tan rápido, era un efecto de ángulo contra el agua.

Gente como Mick West (un famoso debunker) recreó escenarios por ordenador para mostrar que podrían tener explicaciones prosaicas. Aunque no todos quedaron convencidos, estos análisis bajaron los humos: quizá no sean naves alien, solo cosas no identificadas pero identificables con más datos. El mismo informe del Pentágono de 2021 mencionó que en unos pocos casos la sensor de avión se equivocó, captando su propio reflejo, etc.. O sea, a veces un UAP es solo un bug (literal, un insecto cerca de la lente puede parecer un ovni en cámara IR).

Los escépticos también aman recordar los fiascos: ¿Recuerdan el “alien” de Atacama? Un cuerpecito diminuto encontrado momificado que algunos presentaron como extraterrestre… análisis de ADN mostró que era un feto humano con malformaciones. ¿Y el “humanoide de Metepec” en México? Un supuesto ser extraño en formol – resultó ser un mono tití mutilado (pobre animal). Cada vez que algo así ocurre, los críticos dicen “¿Ven? Puro sensacionalismo, cero aliens”.

Para finalizar esta sección, digamos que el argumento central de los escépticos es: no necesitamos invocar alienígenas para explicar lo observado. La carga de la prueba recae en quien afirma visita extraterrestre, y aún no han entregado nada que cierre la boca a la ciencia convencional. En sus ojos, OVNI solo significa “Objeto Volador No Identificado”, no “nave de Zeta Reticuli”. Hasta que no haya identificación, prefieren ponerlo en el cajón de fenómenos pendientes de estudio, no en el de invasores espaciales.

Eso sí, la actitud de los buenos escépticos genuinos no es negar por deporte, sino pedir pruebas sólidas. Muchos dirán: “oye, si mañana aparece un platillo en la Casa Blanca y puedo tocarlo, seré el primero encantado en decir que teníais razón”. De hecho, algunos científicos escépticos apoyan los estudios UAP precisamente para aclarar el tema de una vez. Por ejemplo, Seth Shostak (astrónomo SETI) cree que la mayoría de la gente no entraría en pánico si hay alien microbes, pero quiere ver cómo reaccionarían a indicios de inteligencia. E insiste en buscar señales de radio más que mirar luces en el cielo. Diferentes enfoques.

En todo caso, es sano tener estas voces recordando que, en la historia, muchos “misterios” acabaron teniendo explicación corriente. ¿Recuerdas los “rayos en bola”? Era un mito hasta que se comprobó real y natural. ¿El meteorito de 1908 en Tunguska? Durante décadas “misterio OVNI”, hoy casi seguro un asteroide aéreo que explotó. Los escépticos apuestan a que con el tiempo, lo de los UAP actuales será otro ejemplo resuelto. Y si no… bueno, se llevarían una sorpresa monumental, pero basada en evidencias, que es como les gusta. Hasta el propio astrofísico Avi Loeb del Proyecto Galileo dice: “No rechazamos ninguna hipótesis a priori, pero seguiremos los datos”. Esa postura agnóstica es compartida por muchos: no negar ni afirmar extraordinario sin pruebas, solo investigar.

En resumen: los críticos aportan cordura entre tanta estrella fugaz. Nos recuerdan que antes de gritar “¡aliens!” hay que descartar mil causas más aburridas. Su rol es el de freno de mano, a veces aguafiestas, pero necesario para que la conversación se mantenga seria. Y oye, si algún día se revela algo realmente de otro mundo, seguramente muchos de estos escépticos serán quienes mejor nos ayuden a distinguir lo real de la fantasía, porque habrán estado filtrando la paja durante años. Mientras tanto, seguirán diciéndonos que miremos dos veces eso en el cielo: probablemente sea Venus, un globo o un avión… y no Los marcianos que nos invaden.

Impacto social y filosófico: del shock a la asimilación (¿y ahora qué?)

Llegamos a la pregunta del millón: ¿Qué efectos tiene –y tendrá– en la sociedad el que nos digan “los ovnis son reales, ya no están ocultos”?. No hablamos ya de pruebas científicas o testimonios, sino de cómo esto afecta a nuestra psicología colectiva, religiones, filosofía y narrativa de civilización. Casi nada, ¿eh? Pues estas cuestiones han estado en la mente de muchos desde que empezó la era espacial. ¿Recuerdas aquello de “no cunda el pánico”? Durante décadas se asumió que si se anunciaba que no estamos solos, la humanidad colapsaría en caos. Pero investigaciones recientes sugieren lo contrario: podríamos tomárnoslo sorprendentemente bien. Veamos diferentes ángulos:

Psicología colectiva: del miedo a la curiosidad (y un poco de “meh”)

Como ya comentamos, la reacción del público ante revelaciones OVNI ha sido bastante calmada en tiempos recientes. Cuando el Pentágono publicó vídeos y reconoció “fenómenos sin explicar” en 2020, la mayoría siguió con sus vidas. Esto indica que la idea de vida extraterrestre ya no nos rompe los esquemas básicos. En los 40 quizá la gente corría a refugios antiaéreos; en 2020 hacen memes. Nos hemos desensibilizado en parte gracias a la ficción y a la sobreexposición mediática. Es decir, psicológicamente estamos preparados para la posibilidad.

De hecho, estudios como uno presentado en la AAAS analizando noticias y encuestas, encontraron que las reacciones ante un hipotético anuncio de descubrimiento de vida ET (aunque sea microbiana) tienden a ser más positivas que negativas – excitación, interés, asombro, más que terror. Mucha gente lo vería con alegría o fascinación, no con pavor.

Claro, depende de qué anuncio: no es lo mismo “hemos hallado microbios marcianos fosilizados” (la mayoría diría “qué guay, confirmamos que no estamos solos a nivel básico”) que “una flota de naves gigantes se posicionó sobre las principales ciudades” (ahí sí los pantalones se nos llenarían de brownies, seamos sinceros). Pero hablemos de la revelación gradual tipo la que está ocurriendo: Sí, hay fenómenos aéreos raros, pueden ser tecnología desconocida, quizá no humana. Esto, al ser ambiguo, más intriga que otra cosa.

Una posible reacción social ya la vemos: aumento del interés en la ciencia y el espacio. Cada noticia OVNI hace que suban las búsquedas en Google sobre exoplanetas, viajes interestelares, etc. La gente empieza a cuestionar “¿y si…?”. Puede ser un empujón para la exploración espacial (ya escucho a Elon Musk twitteando “si vienen los aliens, que nos pillen siendo multiplanetarios”). También puede generar un debate filosófico sobre nuestro lugar en el universo en tertulias de bar – y eso siempre es bueno, elevar un poco la conversación por encima de la liga de fútbol.

Religión: ¿se tambalea la fe o se adapta?

Este tema es fascinante. Durante años se dijo que confirmar vida extraterrestre podría hundir los sistemas de creencias tradicionales. ¿Pero es verdad? Las grandes religiones ya han tenido pensadores preparando el terreno. Por ejemplo, la Iglesia Católica ha sido sorprendentemente abierta a la posibilidad. “Si un marciano quiere ser bautizado, ¿quiénes somos nosotros para negárselo?”, dijo el Papa Francisco en 2014.

Tal cual, el Papa se imaginó a los marcianitos verdes con orejas grandes y dijo que la Iglesia tiene puertas abiertas a toda criatura de Dios. Incluso antes, en 2008 el astrónomo del Vaticano José Gabriel Funes declaró que la existencia de hermanos extraterrestres “no contradice la fe”, que sería parte de la creación. Hasta habló de que quizás no necesitarían redención si no pecaron 😅. O sea, la teología se adaptaría. De hecho, algunas religiones podrían ver confirmada cierta cosmovisión (por ejemplo, el hinduismo y budismo siempre contemplaron múltiples mundos habitados en sus cosmologías).

Otros grupos cristianos fundamentalistas tal vez tendrían un cortocircuito e intentarían encajarlo como “demonios” o algo así – de hecho ya hay quienes predican que los ovnis son engaños satánicos. Pero es minoría. Lo más probable es que tras el shock inicial, la mayoría de religiones incorporen a los ET como criaturas de Dios/de los dioses, y quizá hasta salgan nuevos santos patronos galácticos 😂. La humanidad ha absorbido descubrimientos científicamente demolidores antes (Galileo y el heliocentrismo, Darwin y la evolución) y las religiones no desaparecieron; simplemente reinterpretaron.

Filosofía y visión de nosotros mismos

Aquí sí hay tela. Saber que no somos únicos inteligentemente pondría en perspectiva muchas cosas. Podría, por ejemplo, disminuir conflictos internos: Ronald Reagan dijo en la ONU (1987) “qué rápido se uniría el mundo si enfrentáramos una amenaza alienígena”. Era su manera de fomentar cooperación URSS-EEUU, pero tenía un punto. Si supiéramos que hay otros por ahí (aunque no sean amenaza), podríamos sentir más identidad como especie y menos como naciones.

Nacería de verdad el concepto de “ciudadano de la Tierra” frente a “humanos vs aliens”. Por otro lado, la historia demuestra que a veces cuando dos civilizaciones se encuentran, la más avanzada sin querer aplasta culturalmente a la otra. Muchos se preguntan si contactar con extraterrestres mucho más avanzados nos dejaría con crisis existenciales (tipo “¿qué sentido tiene nuestra historia frente a millones de años de la de ellos?”). Pero eso sería si se hiciera contacto directo y comunicación; en el escenario actual, solo estamos reconociendo que podrían estar visitándonos en secreto, lo cual paradójicamente nos deja en las mismas preguntas que siempre: “¿quiénes son? ¿qué quieren?”. Sin respuestas claras, la filosofía se queda en especulación divertida.

Narrativa de la civilización

Piénsalo, hasta hace poco la narrativa oficial de la humanidad era “estamos solos en el universo o al menos no hay evidencia de lo contrario”. Empezar a cambiar la narrativa a “podría haber otros visitándonos” es un giro copernicano. De ser observadores pasamos a posible observado. Esto puede inspirar un nuevo sentido de humildad cósmica: no somos el ombligo del universo. Como decía Carl Sagan, podemos pasar de la adolescencia tecnológica egocéntrica a una madurez reconociendo que podemos no ser los más listos del barrio galáctico.

Por otro lado, puede alimentar un poco la esperanza en el futuro: si hay tecnología capaz de venir hasta aquí, eso significa que viajes interestelares no son imposibles – ergo, nosotros algún día podríamos lograrlo también. Es un empujón de optimismo futurista para una especie que en el s.XXI a veces se ve estancada en problemas mundanos. Saber que otros lo lograron (si es el caso) sería prueba de que las civilizaciones pueden superar sus crisis y llegar lejos (literalmente). Claro, también podría implicar “¡ay, somos preescolares en comparación!”, pero bueno.

Posibles efectos negativos: No todo es de color de rosa marciano

Algunas personas podrían sufrir ansiedad, miedo a lo desconocido elevado. Sobre todo si se confirmara que algunos UAP son vehículos de quién sabe quién, mucha gente querría saber: “¿Son amigables? ¿Por qué no se presentan? ¿Y si vienen a colonizarnos?”. La incertidumbre prolongada puede generar teorías paranoicas (más aún).

Podrían surgir nuevos cultos o movimientos raros: ya existe la Iglesia Raeliana que cree que los Elohim extraterrestres nos crearon, etc. Ante la confirmación de vida alien, igual pequeños grupos se fanatizan, esperando “la llegada” como mesías. Hemos visto cómo la credulidad y necesidad de creer canaliza hacia cosas sorprendentes. Por ejemplo, Heaven’s Gate (Puerta del Cielo) fue aquella secta que se suicidó en 1997 creyendo ascender a una nave tras el cometa Hale-Bopp… Así que hay que manejar la info con cuidado para no disparar brotes de irracionalidad.

Sin embargo, a nivel global es más probable una respuesta racional y adaptativa. Las encuestas globales recientes muestran que, de media, la gente estaría intrigada pero no aterrorizada si se descubre vida ET. De hecho, mucha gente ya cree que los gobiernos ocultaban ovnis, así que para ellos esto solo confirmaría sus sospechas y quizás aumente su desconfianza en las autoridades (“te lo sabías desde hace 50 años y nos mentiste”). Ese puede ser un efecto importante: revelar un encubrimiento prolongado (si se diera el caso de que digan “sí, desde Roswell sabíamos”) podría erosionar la confianza en los gobiernos, generando indignación moral. Aunque, visto el historial, quizá la mayoría diga “bueno, otra mentira más de tantas, al menos esta mola” 😆.

La narrativa de civilización sin duda se expande

Pasamos a concebir la historia humana como potencialmente entrelazada con otras historias. Cosas antes relegadas a pseudohistoria (ej. teorías de visitas antiguas) podrían investigarse con nueva seriedad: arqueólogos con detectores buscando posible metal extraño en ruinas, etc. Nuestra visión del futuro también cambiaría: ya no es “salir al espacio en vacío”, sino “tal vez unirnos a una comunidad mayor (o evitarla)”.

Filosóficamente, la pregunta de “¿estamos solos?” dejaría de ser pregunta y se volvería en “¿quiénes son ellos?” y “¿quiénes somos realmente nosotros en comparación?”. Grandes pensadores tendrían tela para rato: reescribir antropocentrismo, replantear si la inteligencia es común o rara, si la vida es un accidente o una norma cósmica. Algunos sugieren que podría emerger incluso una nueva ética cosmopolita: pensar en el bien no solo de la humanidad sino de la galaxia (vale, suena utópico, pero a largo plazo quién sabe).

Finalmente, la combinación de todo lo anterior apunta a que, pese a ciertos sobresaltos, la sociedad integraría la realidad de la vida extraterrestre gradualmente. Quizá al principio habría un boom de atención mediática, luego la vida seguiría (tenemos que seguir pagando facturas, con aliens o sin ellos 😅). Con el tiempo se volvería parte de los libros de historia: “2025, año en que la humanidad reconoció la presencia de inteligencia no humana (no confirmada al 100% pero ampliamente sospechada)”. Y las nuevas generaciones lo verían como algo normal. “¿Que en 1990 la gente dudaba de que hubiera aliens? Qué antiguo, LOL”, dirán en 2050.

Eso sí, si alguna civilización ET decidiera un día presentarse oficialmente, entonces sí habría un paradigma shift total en un instante. Pero ese ya es otro escenario (y otro artículo). Por ahora, el destape actual de los OVNIs sobre todo nos está haciendo reflexionar y preparándonos mentalmente. Es como un ensayo general para un posible Primer Contacto. Mejor ir asimilando poquito a poco, ¿no?

En síntesis: la revelación progresiva de la realidad OVNI está teniendo efectos sutiles pero profundos: nos une un poquito más como humanidad, sacude algunas creencias pero la mayoría se adapta, nos invita a imaginarnos dentro de un universo habitado, y nos enseña humildad cósmica. Y a nivel de calle, quizá nos hace mirar al cielo nocturno con más expectativa y menos temor. Al fin y al cabo, siempre hemos anhelado saber qué (y quién) hay más allá de las estrellas. Ahora que por fin los gobiernos aflojan la lengua, la humanidad está madurando su narrativa: de ser solos e importantes, a acompañados y un peldaño más en la escalera cósmica. No está mal para un mono desnudo que aún discute tonterías en un pálido punto azul.

Hemos recorrido un largo camino

Concluyendo, hemos recorrido un largo camino desde aquellos rumores susurrados de hangar en hangar hasta portadas de New York Times admitiendo “It’s real”. Los gobiernos dejaron de ocultar los OVNIs justamente ahora por una tormenta perfecta de presión social, evidencia acumulada, rivalidad geopolítica y una sociedad preparada para escuchar.

Añade a eso que la ciencia y la cultura llegaron al punto de inflexión en que ignorar el fenómeno era más absurdo que afrontarlo. ¿Y ahora qué? Seguramente vendrán años interesantes: más informes, quizá alguna revelación sorpresa (¿una foto nítida de algo de otro mundo?), proyectos científicos detectando anomalías aquí o en Marte, quién sabe. Puede que al final descubramos que era una combinación de 99% prosaico y 1% “¡wow!”. O puede que el “wow” sea mucho mayor. En cualquier caso, lo importante es que la conversación se abrió, la época de reírse del testigo terminó y empieza la de “investiguemos sin tabú”.

Aún hay muchos interrogantes en el cielo, pero al menos ya no estamos a oscuras: gobiernos, científicos y público miramos juntos arriba, con ojo crítico pero mente abierta. Como dijo un congresista en la audiencia de 2023, “acabemos con las especulaciones salvajes a base de hechos”. La pelota está en el tejado de la verdad. Y si la verdad resulta ser que no estamos solos, pues bienvenidos sean los vecinos estelares. Aquí en la Tierra les recibiremos con memes, debates y, cómo no, con un buen chocolate con churros (siempre hay que impresionar con la gastronomía).

Así que, querido lector, mantén la calma, agudiza el ingenio y no olvides mirar al cielo de vez en cuando. Puede que esos puntitos que ves no sean estrellas… Y recuerda: la verdad ya no está “ahí fuera” oculta; poquito a poco, está saliendo a la luz. Que no te pille distraído.

🛸👽 ¡Nos vemos en el próximo avistamiento!

Te puede interesar: Negocios millonarios nacidos al calor de las guerras del siglo XX y XXI



Comparte esto